jueves, 18 de junio de 2009

Polvos azules, polvos de Lima, ¿míos también?

Al regresar a mi casa en combi (la S), prestaba más atención que nunca (y con increíble profundidad) a todos aquellos detalles de la sociedad que siempre se toman con toda la naturalidad del mundo, que no sorpreden a uno, y que son los detalles de los que esta compuesta la realidad. Desde cómo la cobradora llamaba a los pasajeros, cómo se sentía su fuerte subordinación al chofer, el ambiente oscuro de la combi, la música cumbia a un fuerte volúmen, la sensación de que tu vida esta en manos de un chofer que puede no tener licencia de conducir (y que le gusta hacer carreras, e ir rapido, y jugar los juegos peligrosos en el tránsito con muchos pasajeros adentro, incluyéndome), la imagen de una vendedora de golosinas y cigarros (para mayores y menores, o menores y mayores) en la esquina de Sucre con La Marina, su rostro que expresaba toda la normalidad del mundo mientras a su alrededor crecían las sombras de una noche cuyos personajes violentos a mí me aterran, y muchos más ejemplos de pequeñas cosas que mediante la costumbre hacen del hombre un hombre de su sociedad.

Para seguir leyendo hemos de comprender primero mi punto de vista. No me siento ajeno ni poco relacionado con la cultura popular limeña, pero no me siento como un miembro de ella. Estudio en la universidad católica, donde me ubican en la escala 5 de pensiones (la más alta) por mi proveniencia socioeconómica; escucho al grupo 5 en el micro (sistema de transporte que utilizo desde 3ero de secundaria) y a Beethoven, Korsakov y Mahler en mi casa. Mi piel es de un tono más claro que el del promedio de peruano, y si fuera a un pueblo de la sierra, probablemente sería el "gringo". Me siento bien peruano, y orgulloso de serlo, pero le temo un poco a lo popular, a la cultura del micro, a los reggaetoneros y a la muerte en una tierra que no es mía.

Tal vez, siento como si los peruanos estuvieran tomando el Perú, y en el Perú de aquellos peruanos, yo soy un extranjero, un representante de un mundo distinto, un ser del cual desconfiar, porque (tal vez) represento al blanco, al hijo del blanco, al que es un abusivo, y es un flojo, y en el Perú de los verdaderos peruanos, el "gringo" no ha de existir.

Todos estos pensamientos se me arremolinan en la cabeza porque en la universidad me ha sido inevitable chocarme con un mundo distinto al que era mio, y estudiar la realidad social e histórica de un país tan dolido como mi Perú y, también inevitable, darme cuenta de que todos somos (por lo tanto, yo soy) piezas activas en el proceso de integración y desintegración que sufrimos a cada momento.

Escribo este texto para poder manifestar mis sentimientos respecto a realidades que estoy experimentando, viviendo e investigando. Ya en mi curso de sociología presentaré mis hallazgos más objetivos respecto a los movimientos de gente, dinero, y otras cosas que se perciben y encuentran en Polvos Azules (probablemente, también lo haga en esta página, pero eso será en otro escrito, en otro momento).

Cuando de 15 o 14 años iba a polvos azules con mi papá, me sentía un poco intimidado. Sentía que la gente en general trataba a mi padre con respeto, como si fuera un "señor", y yo, me sentía el hijo del señor. Tal vez mientras mi padre avanzaba por los pasillos rapidamente y yo hacia todo lo posible por seguirlo, y lo perdía por momentos, y me perdía en el mar de gente, me entraba el pánico de tener que enfrentarme a una realidad a la que no me adapto bien. Hoy, fui a polvos azules sin un adulto por primera vez. Fui con 2 amigos para hacer una pequeña investigación. Hoy por primera vez sentí a polvos como una gran extensión comercial de una combi. Nos podían asaltar (no es una zona muy segura), y aquella sensación de tensión normal pero constante y notable guardaba cierta similitud a la que uno tiene cuando teme por su vida en el último asiento de una combi en carrera. La informalidad y espontaneidad, pero aún así eficiencia, con la que se organizan las cosas en polvos hace recordar a la manera en la que el tranporte público siempre te recoge donde quieres, siempre te deja donde quieres, y siempre pasa durante todo el día, a pesar de que viole muchas reglas de tránsito y esté temporal y físicamente muy desorganizado.

Después me vino a la cabeza el pensamiento de que no era verdad que polvos azules fuese una gran combi, sino que era probable que las combis fueran pequeños polvos azules, y polvos azules fuera, de la misma manera, una pequeña muestra de una cultura nueva de la ciudad, de un rostro nuevo de Lima. Había leído de este rostro en un texto de Matos Mar, lo había comparado con citas de Anibal Quijano, había estudiado objetivamente la inmigración a Lima desde provincia durante la segunda mitad del siglo XX (con Jürgen Golte y Norma Adams), sabía de las grandes brechas sociales del país, y aún habiendo leído de esta realidad, me fue difícil comprender esta sensación de ser elemento exterior de una cultura que se gestaba en mi propia ciudad, cultura con la cual me relaciono, pero a la que también siento no pertenecer. Es distinto estudiar la sociedad que vivirla, y vivirla es muy valioso.

En el micro de regreso de polvos azules, le pregunté a mi amiga: ¿y estabas nerviosa porque nos pudieran robar?, a lo que ella me respondió: Estaba nerviosa por ustedes.

Me quedé pensando. Mi amiga vive en un distrito más popular que el mio (menos "pituco"), en una calle donde, según ella, es frecuente observar 1 asalto a la semana; ella también sabe que son sus vecinos mismos los que cometen los delitos (no los conoce por nombres, pero los identifica como gente de su barrio). Yo, para bien o para mal, vivo en Miraflores. Cerca del edificio en donde vivo hay siempre serenazgos y se percibe un ambiente muy seguro; los asaltos son extraños. Esta diferencia se hizo manifiesta en las tensiones y la sensación de extrañeza que yo sentía al estar en polvos azules (lugar que me agrada, ciertamente, pero al cual le guardo cierto temor), en comparación con los sentimientos de ella, quién se sentía en un ambiente mucho más relajado y percibía las inmediaciones como un entorno más natural.

Todo esto me hizo pensar. Estos polvos azules, estos micros, esta gente distinta a mi y a mi familia, pero que es gente con la cual vivo, formo lazos y me relaciono, ¿qué podrá pensar de mi? ¿Me considerarán uno más? un poco extraño?¿Me considerarán un pituquito de Miraflores? Mi piel no me hace blanco, no me hace serrano... ¿Qué soy? Se podrían generalizar mis temores a niveles de cultura y sociedad nacionales, con preguntas como ¿qué curso esta tomando la historia social del Perú?¿Qué será de aquí a 20 años con la idea del cholo, el blanco y el mestizo? Estos polvos azules que se me presentan tan importantes y representativos de la ciudad y del rumbo de la cultura peruana, ¿son mis polvoz azules también?

1 comentario:

  1. Sé que esto va a hacer muy común pero estaba buscando cómo llegar a Polvos Azules y me encontré con tu página, ya he ido anteriormente pero siempre pierdo pista de dónde estoy realmente. Quería preguntarte, ¿qué carros tomas para llegar hasta allá? me serviría de mucha ayuda, saludos.

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